jueves, 18 de septiembre de 2008

Nada



No vengas a decirme nada sobre la obsesión del querer probar. Cada vez que te encuentro siento que puedo hechizarte, volverte una red para mis besos. A veces me pregunto de qué se trata la amistad entre tu boca y mi mirada. Quizás estemos en una misma dimensión. Quizás tomes mi mano, yo tome tu codo y pasemos mil noches más en los escondites de tu cuerpo escuálido. No pierdas tiempo, no desees lo que no se puede tocar. Como en una vidriera de perfumería perfecta, los cristales no se pueden romper si sólo los mirás. Como el bonsai de tus ganas reprimidas. Como tu talento, como el futuro. Como las piernas de la gimnasta obsesionada con las medallas. Que aturdidor puede resultar el sonido del ansia. El problema del no-poder-decir-ser-desear-tocar se reduce a un sólo color; el que nos mira desde el vértice de la ventana.

/Anna/