Hoy fui juguete conciente, tu juguete favorito, endulzando tu narcisismo. No supiste que decirme, cómo mirarme, qué palabras utilizar frente a mi personaje que mostraba el control sobre las cosas. Es que de seguro esperabas una escena desesperada, una situación angustiante o algún gesto buscándote, queriendo hablarte. Y por qué no, las sonrisas perfectas de tu harén de “mujeres que aman demasiado”, haciendo fila embelesadas. No obtuviste nada de eso. Yo tampoco obtuve nada. Solamente la certeza de la equivocación. La certeza que de nada sirvió creerte. También de que soy demasiado ingenua. Demasiado atenta a tus señas particulares y a tu ciclotimia (seductora) que supera todo lo esperado poniendo patas arriba mi mundo. Señales del vacío: tortuoso, culposo, riesgoso, innecesario. Nada se puede sacar en limpio de eso. Las mismas trabas salen de nuevo a luz. Las mismas barreras que parecen estar afuera. Pero la basura está en casa. Nadie la ha pasado a buscar aún.
/Anna/
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